11/10/07

Atúrdido


Muchas mañanas subo hasta Esporles en el coche de Ana (la doctoranda de mi grupo), que como la mayoría de los imedeos vive también en Palma.
Ana suele dejar el coche aparcado en alguna de las calles o explanadas situadas tras los institutos. Y tras los institutos están también los restos del antiguo canódromo de la ciudad; ahora un solar que mantiene una vaga forma elíptica, invadido por malas hierbas y arbustos. Cuando quedo con Ana sobre las nueve de la mañana suelo acudir algo antes y, desde la verja, ver qué se mueve por allí. La mayoría de las especies que más se dejan ver pertenecen a la familia Turdidae: Todavía quedan algunos rezagados del paso postnupcial, como las tarabillas norteñas o los colirrojos reales; pero estos días lo que más se deja ver son sendas familias de tarabilla común y de colirrojo tizón, instalada una entre los rastrojos del recinto, y otra en las ruinas del antiguo graderío.
Ya en Esporles, por la ventana se cuelan las voces de petirrojos y mirlos, que sobrepuestos ya del torpor estival y animados porque la lluvia ha hecho que la isla reverdezca, saludan al recién llegado otoño con sus cantos territoriales: como cada año, la historia se repite.

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