30/12/09

Por Pontevedra: Alerta Naranja

Pajarear, lo que se dice pajarear...
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Pese a mis buenos propósitos del año pasado, esta Navidad el telescopio se quedó en Madrid. Y la verdad es que me alegré horrores en el viaje de ida, el pasado día 20; pero ahora, claro, me arrepiento: ¿Y si mañana le da por volver a Martiño a visitarnos? ¿Y si, de haberlo tenido ayer, me hubiese vuelto con un bimbo a casa...?
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Porque fui a visitar a la gente de Pontevedra, y por la mañana lié a Raúl para que me llevase a dar una vuelta. Por haber, al menos hace un par de días, había una hembra de pato havelda Clangula hyemalis en el norte de la bahía de A Lanzada; aunque a tenor de cómo estaba de picado el mar supongo que (si aún estaba) se habría ido nadando más allá de donde rompían las olas; o tal vez a otra bahía. Demasiado lejos en cualquier caso, incluso con el telescopio... Dejamos A Lanzada y paramos en otro par de playas de O Grove a probar suerte con colimbos o con lo que cayese, pero unas cuantas gaviotas cabecinegras más tarde hubo que levar anclas y volver a Pontevedra, mientras la versión 2.0 del Diluvio se desplomaba sobre nuestras cabezas...

Pisoteando un poco el Patrimonio...
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Total, que recogimos a Jesús, y por hacer tiempo antes de meternos entre pecho y espalda una buena churrascada, paramos en un par de sitios de Marín. En Mogor a ver unos petroglifos, que siempre agrada más ver sin nadie que se esté tirando mocos acerca de qué significan. Y después, en el pequeño puerto de Aguete, a ver cómo las olas rompían contra el espigón (bueno, eso ellos, que yo estaba bastante entretenido con un alca Alca torda que buceaba entre las barcas).
Comida, sobremesa en la que se nos unieron Paula y Leo; y de vuelta a Orense. Y qué bien me sientan estas escapadas...

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