20/1/10

Twitcheo cántabro (y II)

Santoña y Laredo desde Bárcena de Cicero
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Como hiciera el día anterior, el domingo amaneció algo frío, muy nublado y lluvioso. Y además, con pocas cosas reseñables… Le costó, pero poco a poco el día se fue animando; y los bichos empezaron a aparecer: En Santoña, además de las cantidades grandes de bichos habituales, siempre hay una cierta variedad de cosas más raras que hacen muy entretenido el pajareo.
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Mi pulso y mi técnica fotográfica siguen siendo igual de malos que siempre; así que como las zancudas suelen estarse quietecitas y facilitan mucho las cosas, pues os pongo una selección de fotos tomadas junto al monasterio de Montehano. Una garza real Ardea cinerea

… una garceta grande Egretta alba

... y un ibis sagrado Threskiornis aethiopicus de primer invierno. Esta especie africana está introducida en varios humedales de la fachada atlántica francesa, desde donde llegan todos los inviernos algunos ejemplares a nuestra costa cantábrica. Pasamos la mañana saltando rápidamente de sitio en sitio, y sobre la una, poco antes de recoger, tuvo lugar la que para mí fue la observación del fin de semana: un bellísimo colimbo chico Gavia stellata dentro del puerto de Santoña, que tuvimos al alcance de la mano (foto de Sagardia, pero lo vimos igual de bien).

Si recogimos así prontillo fue porque el día anterior, como ya dije, habíamos quedado con Guillermo para que nos llevase a unas campas en el cercano cabo de Quero donde se dejaban ver a menudo bisbitas de Richard Anthus richardi. Al ver el sitio me empecé a oler el huerto… un huerto abonado, en concreto. Efectivamente, nos tiramos cerca de una hora por laderas empinadas llenas de tojos rastreros y vacas, con el trípode al hombro y sudando la gota gorda; y huelga decirlo, de los bisbitas ni rastro. Y como aún quedaba luz; y Javi, otra cosa no, pero cabezonería pajarera tiene un rato largo, pues nos subimos otra vez al embalse del Ebro. La Riva, entre la neblina fría, parecía un pueblo fantasma, donde sólo vacas y caballos semisalvajes vagaban por las calles. Y venga a mirar los mismos patos, una y otra vez, sin resultado… Siendo como es de grande el embalse la verdad es que hubieran podido estar en cualquier sitio, pero… finalmente, resultó que estaban allí :-) Cuando ya no dábamos un duro por ellas aparecieron en una esquina donde no habíamos mirado antes (y otra foto del de siempre).

Y esta es la cara de dos pajareros que han visto prácticamente todo lo que querían, y a los que quedan aún cerca de cinco horas de viaje hasta Madrid. Ah bueno; también paramos a comer… Sí, un bocadillo. A eso de las siete…

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