20/7/10

Los horarios y yo

Acostumbro; es más, incluso me jacto de ser puntual; pero tengo un problema grave cuando de saber a qué hora ocurre algo se trata. Mi vida está llena de esperas interminables en paradas de tren y autobús, o frente a las más diversas oficinas; todas derivadas de la poca atención que pongo al fijarme en los horarios… La última hace nada: tras tomarme un largo (y caro) desayuno en república Argentina para hacer tiempo, a las nueve estaba como un clavo frente a la embajada rusa; para leer en un cartelito que el horario de atención al público comienza a las diez…. Y como a las diez había quedado con JPT, pues aquí estoy, en la Facultad.
Tenía (y tendré) que ir a la embajada a recoger los visados de mi hermana Alda y su marido, que se van en agosto a hacer el recorrido clásico por Moscú y San Petersburgo. Las oficinas no tienen ni el encanto de las de Egipto ni el caos de las de Siria; son como un pequeño búnker al que se accede a través de dos puertas, tras esperar en plena acera a que el vigilante vaya llamando según orden de cita, como las enfermeras de un ambulatorio. Dentro cristales blindados y cámaras por todas partes acaban de meterle a uno el miedo en el cuerpo; pero por suerte las chicas que hay al otro lado de tanta seguridad son la mar de amables. A la una volveré a hacerles una visita; a ver si no está cerrado ya…

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