3/8/13

Dondiegos

Al igual que otras veces os tengo hablado de la asociación mental que hago entre los aligustres y las fiestas de mi barrio, o entre las mimosas y los carnavales; si hay una flor que enseguida relaciono con el verano en Vilar de Barrio ésa es el dondiego de noche Mirabilis jalapa. Alguien debió de plantarlas alguna vez y, aunque sus gordas semillas (en realidad un tipo de fruto -el antocarpo- exclusivo de su familia, las nictagináceas; la semilla de verdad está dentro) no parecen ser la leche en lo que a dispersión se refiere, el caso es que se han expandido por los bordes de caminos y grietas del pavimento de toda la aldea, vistiéndola de flores color magenta levemente perfumadas cada vez que cae la tarde. Guarecidos bajo las matas de dondiego, los sapos parteros cantan también a la par que se abren las flores; y los machos exitosos dejarán que se abran los huevos, tras cargar con ellos a la espalda durante unos días, en el pilón frente a mi casa donde cuando aún las había bebían las vacas. Ese mismo pilón que se ensucia en otoño cuando los gruesos tallos de los dondiegos que crecen en sus muretes mueren y se van deshaciendo a trozos, cayendo al agua. El limo del fondo se llena de antocarpos, y entonces es difícil diferenciarlos de los renacuajos si éstos aún son pequeños. Dondiegos y sapos parteros, ya veis; como dos gotas de agua...

Está por lo demás algo sosillo el campo estos días, sin nada de interés que fotografiar y enseñaros aquí. O tal vez soy yo el que está sosillo y poco inspirado...

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