11/1/15

Dando palmas con las orejas (Sol de invierno, II)

 Como decía ayer, el jueves lo dedicamos al pajareo más "clásico": a ir de punto de observación en punto de observación prestando atención a las aves acuáticas que le dan a Santoña su justa fama. Como ya suponía antes de salir, no había demasiado bicho, pero los que nunca habían estado en la zona, que eran mayoría, no podían comparar y les daba bastante igual que no viésemos éideres, serretas o negrones, disfrutando sin más de poder distinguir entre sí distintas especies de gaviotas o limícolas.

 Y siempre está aquí o allá algún bicho que, por muy vulgar que sea, al dejarse ver con calma con el telescopio, termina enamorando a todo el personal, ya sea un juvenil de cormorán moñudo Phalacrocorax aristotelis anillado...

 ... o una hembra de martín-pescador europeo Alcedo atthis; ambos en el puerto de Santoña.

Después de comer, echamos la tarde en Noja. Visitamos primero la laguna del antiguo molino de mareas, tras la playa del Joyel. En la foto se ve bien el fundamento del mismo: al subir la marea se llena de agua la balsa superior. Al bajar luego, la diferencia de caudal, bien canalizada, movía las ruedas del molino.

Un cisne vulgar Cygnus olor, de los que había varios en la zona, incluyendo familias con los pollos del año. Esta especie, de la que es difícil decir en Centroeuropa qué poblaciones son genuinamente silvestres y cuáles fruto de introducciones, debido a que desde siempre se han mantenido cisnes en los estanques de las casas señoriales, se está volviendo cada vez más habitual por toda la cornisa Cantábrica, contándose por decenas en el entorno de Santander.

En cambio, el origen exótico de estos otros especímenes que pastaban en una finca cercana ofrecía menos dudas...

Despedimos el día encaramados a las rocas de la playa de Ris. El día solar, que no el bicherío: de allí fuimos luego a la playa de Trengandín, a buscar el famoso arroyo de las angulas. Iba yo con miedo pensando en cómo estaría el arroyo en este año tan seco, y no me equivocaba, pues apenas había un hilillo de agua. Inopinadamente, vimos bastantes angulas, que igual que para mí la primera vez, para muchos resultaron ser uno de los hitos del viaje. Así que tan contento estaba yo, de que la gente disfrutase... pero cuando ya nos íbamos mi alegría se multiplicó exponencialmente, cuando un pececillo que se movió por el casi inexistente arroyo resultó ser...

¡Un macho de tritón palmeado Lissitriton helveticus, nuevo para el que esto escribe! Viendo los pies del ejemplar, huelga decir cuál es el origen del nombre del bicho... No contaba yo con tacharme nada en este viaje... si acaso sí esta especie, pero vistas las condiciones del arroyo, ni se me pasaba por la cabeza que fuéramos a encontrar alguno, así que más contento no podía estar. Y todavía nos quedaba un día de campo...

No hay comentarios: