12/11/15

Cortados y lagunas (Otoño conquense, II)

 Si de algo andan sobradas las serranías calizas es de barrancos: agua y viento erosionan con alegría estar rocas carbonatadas fáciles de disolver, y el efecto sobre el paisaje es notable. y notablemente bello. Junto a Los Callejones que os enseñaba ayer está el mirador del tío Cogote, abierto al cauce del Júcar, y frente al que los buitres leonados pasaban casi al alcance de la mano.

 Mismo río aguas más abajo, y más cortados, que parecía aquello una cafetería... la vista ahora desde el mirador del Ventano del Diablo, bastante más tranquilo que cuando fui con Bea en verano hace un par de años.

 Y muy cerca de allí, la laguna de Uña, muy hermosa a la luz del atardecer del sábado.

 Aunque ahora su régimen de aguas es artificial, en origen la laguna de Uña, alimentada por el arroyo del Rincón, desbordaba sobre el Júcar en su orilla oeste formando una cascada que debía de ser digna de verse. Ahora está seca, lo que permite apreciar las formaciones de travertino, como pequeñas chorreras petrificadas en su carrera hacia el suelo.

Y junto a la laguna, y al amparo (¡cómo no!) de otro cortado, o mejor dicho construida en el mismo, la pequeña ermita de la Virgen del Espinar. Pongo la imagen de la imagen sólo, que la foto de la gruta, ya de noche, quedó demasiado mal...

 Otra laguna, que visitamos el domingo a mediodía: la laguna de Laguna del Marquesado. Ésta también, como la de Uña, formada por un recrecimiento de travertinos; la verdad es que este fin de semana prestamos casi más atención a la geología que a los bichos...

 Venga pues, ¡más geología! ¡Más barrancos! Ahora en las Torcas de Los Palancares. Las torcas son una serie de dolinas de paredes cortadas a plomada: antiguas cavernas subterráneas excavadas por el agua cuyo techo terminó por ceder y desplomarse, dejando un paisaje que visto desde el aire recuerda casi a los cráteres lunares... ¡lástima que, a ras de terreno, el efecto no sea tan evidente! Las paredes de la torca del Lobo, en la imagen anterior, impresionan, y da apuro acercarse al borde del precipicio...

 ... pero en otras que no son tan profundas, como la del Tío Agustín, los pinos laricios de dentro, con humedad y a resguardo del viento, crecen mucho más que los de fuera, hasta llegar a igualarlos en altura, de modo que hasta que uno no se acerca la impresión que da es de que el bosque sigue, sin solución de continuidad.

Pinos. Pinos hay también unos cuantos por toda la Serranía de Cuenca, aunque no todos tan majestuosos como el "pino candelabro" que junto a las torcas medra, cuyos 400 años y ramas extendidas causaron la admiración de Raquel, como bien se ve. Nos despedimos dejándola ensimismada en su adoración, hasta la entrada que viene...

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