26/1/16

Dormideros

Lluvia (o nieve), frío, oscuridad, ramas desnudas... muchas cosas pueden a uno recordarle el invierno, y seguramente los dormideros de aves podrían ser una de ellas; lo son para mí. Muchas aves de los grupos taxonómicos más variados, normalmente celosas de su espacio vital en época de cría, se juntan el resto del año en grupos, porque muchos ojos ven mejor que dos, ya sea para buscar comida o para advertir la presencia del peligro. Y estos grupos se mantienen durante la noche, y se unen a otros, y se terminan formando dormideros, de dimensiones a veces descomunales, según las especies. Y como en las ciudades hay pocos depredadores, y suelen estar más refugiadas del viento y tener temperaturas más altas que el campo que las rodea, son muchos los dormideros que terminan instalándose en zonas urbanas, a menudo para disgusto de los vecinos.
Y las distintas ciudades donde he vivido conservan en mi cabeza sus vínculos con dormideros particulares (las lavanderas blancas frente a mi casa de Orense, las grajas de la plaza de la catedral de Lund...), Madrid incluida, claro está. El entorno de la facultad alberga varios, y como nuestros horarios humanos son siempre los mismos, pero los días se van acortando y alargando, acaba uno coincidiendo en las idas y venidas al trabajo con distintas fases de los mismos: ya sea al formarse por la tarde o al dispersarse las aves por las mañanas. Y viendo los cambios entre años: el año pasado por ejemplo la novedad la pusieron las cotorras de Kramer, que pasaban cada mañana por decenas frente a la Facultad al salir de (creo) la Dehesa de la Villa, camino de (creo también)  el parque del oeste y la Casa de Campo. este invierno son las grajillas las que "dan la nota", tras formar un dormidero nuevo de unas 300-400 aves en los pinares del entorno de Metropolitano. El grueso de las aves entró ayer a descansar a las 18:42, mientras esperaba yo a que terminase una PCR, pensando en qué escribir hoy en el blog...

PD. Y mientras tanto, al noroeste...

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